Resentimiento Futbolero

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El Resentimiento ha sido uno de los pilares de la aparición de las Barras Bravas en el fútbol, un fenómeno social no diagnosticado , o menospreciado , por quienes deberían darnos luces de su manifestación; plantear una hipótesis es intentar llevar el debate a una ubicación distinta a la que siempre ofrece soluciones a partir de recetas hechas desde diagnósticos muy alejados de la realidad.
En las décadas del 80 y 90 irrumpe una barra simbólica llamada «Los de Abajo» seguidores de la Universidad de Chile, en la que voy a centrar la hipótesis. Un equipo con menos arraigo popular que, por ejemplo Colo Colo, pero con una parcialidad conformada principalmente por quienes pasaron por esa universidad, la que era una suerte de elite, ya que al ingresar a estudiar a esa institución recibían un carnet y banderín que acreditaba y fidelizaba a sus «mechones». La irrupción de gente, no perteneciente a esta elite, que proclamaba un amor y fidelidad mas ferviente que la de elite universitaria, lo que era un cheque en blanco a su institución quienes podían vender ídolos, traer nuevos ídolos impostados, incluso ex jugadores de equipos rivales, en una institución en la que convivían voces críticas, algo muy propio de las elites ( fruto de sus propias formaciones profesionales e intelectuales). Esta forma de fidelidad elitista se vió encarada y confrontada por hinchas que pregonaban a los cuatro vientos su amor incondicional por el club, aún cuando no gozaban de la misma fortuna y pasar económico para asistir semanalmente al estadio.
Entonces salen a la luz personas que necesitan de la caridad, de los hinchas de la elite, para poder pagar y entrar al estadio. Por otro lado el rompimiento de espejos , vidrios u otros daños de los vehículos estacionados afuera de los estadios aparecen como los primeros síntomas de la aparición de este fenómeno del resentimiento, donde se rompe el acuerdo tácito de «yo te ayudo para entrar al estadio, pero tu cuidas lo mio».
Los videos y televisaciones en directo de las barras en su empeño de cantar y saltar sin ver lo que ocurre en la cancha, sin manifestar interés alguno en una finta, una destreza nueva de algún jugador de su club, es un síntoma de su repudio y menosprecio que sienten por la belleza última del fútbol; por eso jamás los verán aplaudir o defender a algún talentoso del fútbol, ajeno o propio. No los verás aplaudir o celebrar un talento innato, lo que si puedes ver es aplaudir a quienes les financiaban entradas gratis o quienes los defendían ante el periodismo.
Esos niños heridos que vieron a otros niños, a otros padres tomar la mano de sus hijos e hijas y llevarlos al estadio a mostrarles la belleza del deporte y del culto al cuerpo (ideal muy griego y muy anhelado en las elites), vieron en el transformar la asistencia al estadio en un acto de venganza y rebeldía. Se convirtió un verdadero via crucis de bolseos, garabatos, actos de impudicia urinaria y fecales y de enfrentamiento campal con las fuerzas del orden.
Por las mismas razones apareció el fenómeno de robar autos de alta gama, un latigazo en las manos a quienes pueden comprarselos. No dudo que quienes puedan comprar ese tipo de autos se lo piensan dos veces antes de hacerlo, asi como quienes pueden pagar por ir al fútbol se lo piensen dos, tres veces antes de ir a exponerse con su familia la estadio.
Ese es el triunfo de los resentidos, en esos actos delictuales no está detrás el quitarte algo para venderlo. El triunfo de los resentidos son estas renuncias.
El como se fué fraguando y perpetuando esta tradición de destrozar el entorno no tiene importancia, porque es inoficioso averiguarlo. El daño está hecho, los miedos instalados en la mente de cada persona y se habla de esto en la mesa de cada casa y educas a tus hijos tratando de prepararlos y prevenirlos de esa agresión bordeando la paranoia.
De alguna manera alguién encendió la mecha de esa reacción en cadena que no se detiene y no se detendrá hasta que alguién pueda sanar a esos niños, ahora adultos que se convirtieron en padres, heridos y rebeldes.
Ahora es el tiempo de las medicinas, ojalá lleguen algún dia.

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